Lectura: Isaías 49:8-18

El Antiguo Testamento gira alrededor de esta pregunta: “¿Qué es el hombre, para que de él te acuerdes; y el hijo de hombre para que lo visites?” (Salmo 8:4). Por ejemplo, mientras trabajaban arduamente en Egipto, a los esclavos hebreos les resultaba difícil creer que Dios se ocuparía de ellos tal como Moisés lo mostró con sus actos al asesinar al egipcio (Éxodo 2:11-15).  Por su parte, el escritor de Eclesiastés formuló la pregunta de un modo más cínico: ¿Hay algo que realmente importe? (Eclesiastés 1:1).

El Señor quería que su pueblo entendiera que no los había olvidado y por eso les dijo las siguientes palabras: “en las palmas de mis manos te tengo grabada” (Isaías 49:16).

Dios le hizo esta poderosa declaración a una nación que atravesaba por uno de los peores momentos en su historia, de hecho, fue cuando Isaías profetizó que la llevarían cautiva a Babilonia. Al oír esto, el pueblo se lamentó diciendo: “el Señor me ha abandonado; el Señor se ha olvidado de mí” (Isaías 49:14).

Frente a este lamento, Dios hizo una serie de promesas incluidas en los cánticos del Siervo Sufriente, en Isaías 42–53, con lo cual abrió un marco de esperanza para la liberación frente a los enemigos hostiles.  En estos capítulos se predice la encarnación y la muerte del Siervo como sacrificio.

  1. Así que la pregunta sigue siendo tan vigente hoy como lo fue en aquellos tiempos: ¿Le importamos a Dios?  La natividad evoca la respuesta del Señor: “He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel” (Isaías 7:14).
  2. Recuerda lo que significa Emanuel: Dios con nosotros (Mateo 1:23).

HG/MD

“He aquí, la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarán su nombre Emanuel, que traducido quiere decir: Dios con nosotros” (Mateo 1:23).