Lectura: Génesis 39:1-6, 20-23

Hay un refrán común que dice lo siguiente: “Que ocurra todo tal y como lo planeaste”. Por más bonito que suene, las cosas salen mejor cuando se cumple el plan de Dios y no el nuestro.

Si José hubiese podido planear su vida, jamás habría querido ser esclavo en Egipto (Génesis 39:1). No obstante, y a pesar de su cautiverio, fue “prosperado” porque “el Señor estaba con José” (Génesis 39:2). Dios incluso bendijo la casa de su amo: “el Señor bendijo la casa del egipcio por causa de José” (Génesis 39:5).

Tampoco hubiese querido ir preso, pero así sucedió cuando lo acusaron falsamente de acoso sexual. No obstante, leemos por segunda vez: “el Señor estaba con José” (Génesis 39:21). Allí se ganó la confianza del guardia (Génesis 39:22), ya que “lo que él hacía, el Señor lo prosperaba” (Génesis 39:23).

Así que, aunque parezca algo sin sentido, su encarcelamiento se convirtió en el comienzo de su ascenso a la posición más elevada en Egipto. Pocas personas escogerían ser ascendidas del modo que el Señor lo hizo con José. Pero Dios no es convencional y puede bendecirnos aun cuando estamos pasando por las peores circunstancias.

El Señor tenía un plan claro al llevar a José hacia Egipto, y también lo tiene al colocarnos en el lugar donde estamos. En vez de desear que todas las cosas sucedan según nuestros planes, podríamos decir, como lo hizo nuestro Salvador antes de ir a la cruz: “no sea como yo quiero, sino como tú” (Mateo 26:39).

1. Seamos humildes y aceptemos que los planes de Dios siempre serán mejores que los nuestros.
2. Aceptar los planes de Dios puede llevarnos a situaciones o lugares que nunca hemos imaginado.

HG/MD

“Pasando un poco más adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, de ser posible, pase de mí esta copa. Pero, no sea como yo quiero, sino como tú” (Mateo 26:39).