Lectura: Hebreos 9:24-28

A las afueras de Madrid se encuentra un antiguo palacio llamado: el Monasterio de El Escorial, lugar donde han sido enterrados muchos de los reyes de España. Se cuenta la historia de que el arquitecto a cargo del embellecimiento del lugar, diseñó un arco alargado y plano, del cual el monarca reinante en ese momento, insistió en que no podría sostener la estructura ubicada por encima de ella.

Como una medida contra la protesta del arquitecto, el rey ordenó que se colocara una columna debajo del arco como medida de seguridad. Después de que el rey murió, el arquitecto reveló que él había hecho deliberadamente la columna de un cuarto de pulgada más corta, por lo que demostró que el arco nunca decayó.

Nada tiene por qué ser, o puede ser, añadido a la obra terminada de Cristo en el Calvario el cual sostiene el peso de la salvación del mundo.  El grito triunfante de Nuestro Salvador en la cruz exclamando: “¡Consumado es!” (Jn. 19:30), es una traducción de una palabra griega que más literalmente podría ser traducida como: “¡Terminado!”, “¡Completado!” o “¡Cumplido!”

Esa palabra nos habla del milagro más grande de nuestro Señor, al llevar a cabo la obra de redención, para un mundo que se hallaba perdido. Debido a que nuestra redención está perfectamente acabada, es imposible para nosotros añadir otra obra aunque sea microscópica, a la que ya se hizo en la cruz.

Con garantía absoluta, podemos descansar en nuestra eterna esperanza, la cual descansa en una palabra tan pequeña, pero tan reconfortante: “¡Consumado es!”.

1. Jesús murió y resucito por ti una vez y para siempre, Cristo nos ha redimido de una vez por todas.

2. Somos salvos no por lo que hacemos, sino por lo que Cristo ya hizo.

NPD/VCG