Lectura: 2 Corintios 4:16-18

Cada dos o tres veces al año se da un fenómeno llamado superluna, esto ocurre cuando nuestro satélite natural se ubica a una distancia menor y por ende se encuentra más cerca de la tierra de lo usual.

En uno de esos días cuando dijeron que la luna iba verse muy grande, estuve hablando con unos amigos sobre lo interesante de ese fenómeno y nos dispusimos a verlo; nos alistamos con sillas cómodas y unos bocadillos, todo estaba listo, nos fuimos a un lugar alejado de la ciudad para evitar las luces.  Sin embargo, a minutos de que saliera la luna, el cielo se cubrió de nubes negras y aunque vimos en redes sociales algunas fotos de amigos que se habían quedado en la ciudad, nos consolamos pensando en que esa superluna estaba ahí arriba escondida detrás de las nubes.

El apóstol Pablo tuvo que enfrentar muchas dificultades en su vida, estaba convencido de que aquello que no podía ver, estaba ahí, tal como lo hizo Moisés (Hebreos 11:27). 

Compartió con los Corintios lo que había aprendido de aquellos tiempos: “Porque nuestra momentánea y leve tribulación produce para nosotros un eterno peso de gloria más que incomparable” (2 Corintios 4:17).  Y por eso les dijo: “no fijando nosotros la vista en las cosas que se ven sino en las que no se ven; porque las que se ven son temporales, mientras que las que no se ven son eternas” (v.18).

El apóstol Pablo quería que la fe de los Corintios creciera a pesar de las circunstancias, que salieran fortalecidos de ellas y con su fe renovada (v.16).

  1. Así como sabía que detrás de esas nubes negras estaba una superluna, estoy seguro que detrás de los problemas temporales existe un Dios, quien quiere que atraviese por esas circunstancias que me volverán más fuerte.
  2. Nuestra fe se hace vívida cuando la ponemos en práctica.

HG/MD

“Por la fe abandonó Egipto sin temer la ira del rey porque se mantuvo como quien ve al Invisible” (Hebreos 11:27).