Lectura: Juan 12:20-36

Era la Pascua, y en las calles de Jerusalén el bullicio era muy grande debido a la gran migración de personas que ocupaba la ciudad en ocasión de la festividad. Entre aquel mar de personas se encontraba un grupo de griegos quienes le consultaron a Felipe si podían ver a Jesús.  La extraña respuesta de Jesús a esta petición fue la siguiente: “…Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado”.  Luego de esto comparó su vida con una semilla, la cual debe morir para llevar fruto.  Ninguna palabra de Jesús fue descuidada o sin sentido; posiblemente las dudas de estos griegos tenían que ver con los increíbles misterios de la vida que podemos encontrar en Dios.

Como creyentes, no nos gusta la idea de morir al yo; sin embargo, ninguno de nosotros considera extraño o inesperado que una semilla deba morir para poder producir nueva vida cuando llegan las primeras lluvias.  Las semillas germinan bajo tierra sin que nadie las vea, esa es una verdad a pesar de que no seamos testigos de ello.

Algo similar ocurre en nuestro interior cuando Jesús llega a nuestras vidas; en el momento que esto ocurre morimos al pecado, ya que Jesús pagó el precio de muerte que había sobre nosotros y Dios nos brinda nueva vida en Cristo. Seguidamente, empezamos a caminar en la fe muriendo cada día al yo, y como consecuencia un acontecimiento maravilloso empieza a suceder en nuestro interior donde nadie puede ver, empieza a germinar el fruto del Espíritu (Gálatas 5:22-23), y pronto, si permitimos que Él tome el control de todas las áreas de nuestra vida, este fruto puede ser visto por todas las personas a nuestro alrededor.

  1. Cuando la semilla del yo muere, pronto germinan y pueden verse los brotes de una nueva vida en Jesús; esta será la mejor señal de que el gozo de la primavera llegó a tu vida.
  2. El fruto del Espíritu comienza a ser evidente cuando morimos al yo.

HG/MD

“De cierto, de cierto les digo que a menos que el grano de trigo caiga en la tierra y muera, queda solo, pero si muere lleva mucho fruto” (Juan 12:24).