Lectura: Filipenses 1:19-26

Los astronautas de la estación espacial están acostumbrados a lidiar con problemas que tienen que resolver mientras están en las condiciones limitadas que presenta una estación, y sobre todo están conscientes que su regreso a casa puede ser afectado por múltiples situaciones mecánicas, climatológicas, logísticas entre otros, lo cual no reduce sus deseos de regresar para ver a sus familias.

Los creyentes también estamos esperando con ansias el viaje a una casa diferente, a nuestro hogar celestial.  No obstante, y a pesar de que nuestro destino es mejor que el actual, cuando alguien a quien amamos cae víctima de una enfermedad fatal que trae consigo un largo padecimiento, en ocasiones nos enojamos con Dios cuando permite que alguien querido padezca o sufra en exceso, según nuestra opinión, a pesar de saber que pronto estará mejor con el Señor.

El mismo apóstol Pablo pasó por una situación similar y lo describió de la siguiente forma: “Me siento presionado por ambas partes. Tengo el deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; pero quedarme en la carne es más necesario por causa de ustedes.” (Filipenses 1:23-24).

A pesar de que no siempre podemos entender los propósitos de Dios, en lo que si podemos confiar es en Su sabiduría.  Debemos comprender que, en Su infinito entendimiento y amor por nosotros, Dios nunca descuidará a los suyos, aun en los momentos finales de la vida terrenal.

  1. El tiempo de Dios es perfecto, aun en la hora de la muerte.
  2. Pidamos a Dios serenidad para comprender que aun en los peores momentos no estamos solos, Él está a nuestro lado.

HG/MD

“Porque nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos ardientemente al Salvador, el Señor Jesucristo” (Filipenses 3:20).