Lectura: Hechos 1:15-26

Ese día a la hora del café, Diego compartió un delicioso pastel de chocolate con los compañeros de la oficina, por supuesto la mayoría se llenó de alegría, todos excepto Lucas, quien sentía que ese pastel era como veneno en su corazón; Diego había sido elegido en lugar de él para ser el líder de un proyecto muy importante para la empresa, y lo que más le dolía era que había sido él quien le había enseñado a Diego mucho de lo que sabía.

Pobre José, Dios no lo eligió, y es que José y Matías eran los candidatos para reemplazar a Judas, como nuevo apóstol.  El libro de Hechos de los apóstoles nos dice lo siguiente: “…Tú, Señor, que conoces el corazón de todos, muestra de estos dos cuál has escogido” (Hechos 1:24).  Dios había elegido a uno y anunció su decisión al grupo cuando: “Echaron suertes sobre ellos y la suerte cayó sobre Matías” (v.26).

¿Cómo crees que se pudo haber sentido José mientras los otros felicitaban a Matías? ¿Se sintió defraudado y deprimido? ¿Confió en Dios y apoyó la decisión con alegría?

Sabemos que la soberanía de Dios es perfecta, pero sinceramente ¿cómo te hubieras sentido? Quizás alguno diría: “Vamos a ver cómo les va sin mi” o, “Si no me quieren, está bien”.  Por supuesto, esa actitud demostraría egoísmo y poca madurez.

La Biblia nunca vuelve a mencionar a José, y no sabemos cómo reaccionó, y tampoco se nos dice qué papel jugó Matías luego de su elección, ya que lo importante no es si nos eligen o no para ocupar un determinado puesto, lo importante es que lo continuamos haciendo para el Señor después de eso, debemos continuar sirviéndole sin importar la posición, debemos preguntarnos cómo contribuimos para engrandecer el nombre de nuestro Señor, y cómo podemos ser más útiles en el equipo de Dios que debe llevar el plan de salvación a quienes lo necesitan (Romanos 10:15).

  1. Sin importar el lugar donde estás en el Cuerpo de Cristo, solamente concéntrate en servir (1 Corintios 12:12-31).
  2. Tú decides, si consumirte en la actitud de pobrecito, o en la actitud de estar atento a las nuevas oportunidades de servicio que Dios pondrá frente a ti.

HG/MD

“Encomienda al Señor tus obras, y tus pensamientos serán afirmados” (Proverbios 16:3).