Lectura: 2 Corintios 5:12-17

Cuando eran jóvenes, a Ricardo y a un grupo de sus amigos, les encantaba meterse en problemas, tantos que sus padres estaban desesperados por la situación pues en su pueblo ya estaban cansados y enojados con ellos, e incluso algún vecino ya los había denunciado ante la policía.

No obstante, a los 18 años, gracias a un buen amigo, Ricardo pudo escuchar el mensaje de salvación basado en Mateo 3:7, y se dio cuenta de que necesitaba que Jesús lo salvara. El Señor le cambió la vida, se convirtió en predicador y abrió un ministerio para ayudar a jóvenes que sufrían de los mismos problemas que él había tenido.

La gracia de Dios es asombrosa para con nosotros.  Al pensar en esto me vienen a la mente las palabras del apóstol Pablo: “Porque el amor de Cristo nos impulsa, considerando esto: que uno murió por todos; por consiguiente, todos murieron. Y él murió por todos para que los que viven ya no vivan más para sí sino para aquel que murió y resucitó por ellos” (2 Corintios 5:14-15).

Sin lugar a dudas nunca podremos ganarnos el amor y la gracia de Dios; pero, como ya las ha derramado sobre nosotros, ¡no podemos evitar vivir para Él y amarlo por lo que ha hecho! Esto implica que nos acerquemos a Él, escuchemos su Palabra, le sirvamos y obedezcamos motivados por la gratitud y el amor.

  1. Estamos llamados a vivir cada día para el Señor Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros.
  2. ¡Gracias Dios por tu amor inmerecido!

HG/MD

“Porque el amor de Cristo nos impulsa, considerando esto: que uno murió por todos; por consiguiente, todos murieron” (2 Corintios 5:14).