Lectura: Romanos 8:31-39

Una de las cosas que más disfruto en esta vida es visitar el mar, y gracias a Dios en el país en el cual estamos ubicados, Costa Rica, tenemos la bendición de tener entre nuestros límites naturales, al océano Pacífico y al otro lado al mar Caribe, además contamos con playas a las que se puede llegar en menos de dos horas desde el centro del país.

Al estar frente al mar, en ocasiones recuerdo las palabras del antiguo himno llamado: “¡Cuál la mar hermosa!”, de la poetisa inglesa Frances Ridley Havergal (1836 –1879).  En su primera estrofa dice lo siguiente:

Cual la mar hermosa es la paz de Dios,

fuerte y gloriosa, es eterna paz;

grande y perfecta, premio de la cruz,

fruto del Calvario, obra de Jesús.

El apóstol Pablo nos comparte uno de los pasajes más esperanzadores de sus cartas, al decirnos que nada, y cuando dice nada es nada, podrá separarnos del amor eterno de Dios, ni la tribulación, angustia, persecución, hambre, desnudez, peligro, espada, muerte, vida, ángeles, principados, potestades, lo presente, lo por venir, lo alto, lo profundo.  Ya que: “si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Romanos 8:31-39).

  1. Sin importar las presiones o situaciones que estés enfrentando en este momento, en Dios siempre tendrás un lugar de descanso al cual aferrarte.
  2. La paz de Dios no puede ser superada por ninguna cosa que probemos o sintamos, ni aun la mar más hermosa que podamos imaginarnos.

HG/MD

“Echen sobre él toda su ansiedad porque él tiene cuidado de ustedes” (1 Pedro 5:7).