Lectura: Eclesiastés 7:1-6

A la gran mayoría nos gusta estar al lado de personas con buen humor, nos gustan las conversaciones salpicadas de momentos de risa y situaciones divertidas.

También, a muchos nos gustan las discusiones sobre temas espirituales, morales, de deporte y algunas conversaciones sobre política, que consideramos relevantes, sobre todo si los participantes de las discusiones comparten nuestros pensamientos, o los consideramos de valor.

Sin embargo; a muy pocos nos gustan las conversaciones donde nos llaman la atención, ya sea de forma directa o indirecta.  Es sumamente difícil enfrentar nuestras debilidades, errores o pecados.

No obstante, debemos reconocer que cuando miramos atrás, en nuestro pasado, algunas de esas reprensiones o llamados de atención han sido beneficiosos tanto moral como espiritualmente.  Por ejemplo; cuando estaba cursando la primaria, mi maestra me regañó fuertemente al ver que descuidaba mis estudios.  En mi adolescencia, mi líder juvenil me llamó la atención por reírme de una persona que cometió un error al cantar una canción en inglés; en ese tiempo a la mayoría nos pareció gracioso y nos empezamos a burlar.  Esas lecciones tempranas en mi vida han permanecido en mi memoria desde ese entonces; comprendí que no debía tener este tipo de actitudes, aunque en el momento, los llamados de atención no me parecieron agradables.

  1. Los llamados a corregir errores siempre nos van a doler, pero son útiles para crecer y cambiar actitudes negativas que todos tenemos de una u otra forma.
  2. Una reprensión puede enseñar más que un halago.  “Fieles son las heridas que causa el que ama, pero engañosos son los besos del que aborrece” (Proverbios 27:6).

HG/MD

“Mejor es oír la reprensión del sabio que oír la canción de los necios” (Eclesiastés 7:5).