Lectura: Filipenses 2:19-30
Es normal que las organizaciones que ayudan a personas en condición de pobreza o de enfermedad y que no pueden cuidarse a sí mismas, dependan en gran parte de los ingresos que reciben a través de las donaciones de personas a quienes Dios ha bendecido con bienes más que suficientes, por lo que pueden dar una parte de lo que tienen a otros, ya sea en efectivo o en especie, como por ejemplo ropa o artículos que ya no utilizan.
Por supuesto, es muy bueno dar de lo que Dios nos ha bendecido para beneficiar o ayudar a otros, no obstante, en ocasiones solemos ser más reticentes a entregar elementos de valor que usamos todos los días.
Cuando el apóstol Pablo estaba preso en Roma, él necesitaba permanentemente el ánimo y la compañía de amigos confiables.
Sin embargo, envió a dos de sus colaboradores más cercanos para ayudar a los seguidores de Jesús en Filipos (Filipenses 2:19-30): “Espero en el Señor Jesús enviarles pronto a Timoteo, […] pues no tengo a nadie que se interese por ustedes con tanto ánimo y sinceridad” (Filipenses 2:19-20); y “también creí necesario enviarles a Epafrodito, mi hermano, colaborador y compañero de milicia, y su mensajero y suministrador de mis necesidades” (Filipenses 2:25). El apóstol entregó generosamente a los demás lo que más necesitaba.
- Lo que sentimos que es “lo más valioso” en nuestra vida hoy, podría ser de mucha ayuda para alguien a quien conocemos; no necesariamente es dinero, muchas veces es mucho más valioso, por ejemplo, nuestro tiempo, amistad, ánimo, un oído atento o una mano solidaria a quien lo necesita.
- Cuando entregamos lo que el Señor nos ha dado, lo honramos a Él, ayudamos a otros y somos bendecidos.
HG/MD
“Que hagan el bien, que sean ricos en buenas obras, que sean generosos y dispuestos a compartir” (1 Timoteo 6:18).
0 comentarios