Lectura: Juan 1:11-18

El astronauta James Irwin (1930 – 1991), relató algunas de sus experiencias vividas durante la misión del Apolo XV, como por ejemplo la sensación de ingravidez al volar libre en la cápsula espacial, o ser testigo de cómo se ve nuestro planeta azul desde nuestro satélite natural: la luna.

Irwin también compartió, cómo esto impactó su vida espiritual, dijo que desde la luna experimentó la sobrecogedora grandeza de nuestro Dios y cómo nosotros los habitantes de este pequeño planeta nos apegamos a las insignificantes cosas que puede ofrecernos este mundo temporal.

Cuando regresó a la tierra, estaba convencido que no se podía limitar a ser otro más de los que había caminado en la luna, tampoco podía seguir siendo un espectador más que ve pasar el mundo frente a él, tenía que ser un siervo y hablar a sus compañeros de viaje en esta tierra, sobre la posibilidad de vivir de una mejor manera.  Irwin terminó diciendo que si bien es cierto ir a la luna no es algo que se hace todos los días y se trata de un gran acontecimiento, ¡cuán mayormente maravilloso es entender que Dios mismo caminó entre nosotros los habitantes de este planeta, y no solo eso, sino que estando en nuestra misma condición no estimó ser igual a Dios y decidió morir para salvarnos! (Filipenses 2:1-11).

Gracias a los grandes momentos del ser humano como haber ido a la luna, hemos podido avanzar formidablemente.  Pero gracias a que Dios caminó sobre la tierra, conocemos tanto nuestro origen como nuestro destino final; podemos conocer a nuestro Creador (Juan 1: 2,14,18) y vivir en su maravillosa luz (Juan 1:9).

  1. Gracias a que Jesús caminó, vivió, murió y resucitó por nosotros, tenemos acceso al gozo que nos produce el hecho de que nuestros pecados sean perdonados y podamos tener vida eterna (Juan 3:16).
  2. Dios habitó entre nosotros para que nosotros podamos habitar con Él
  3. Su venida a esa tierra fue uno de sus mejores regalos. Compartir con otros las consecuencias salvíficas de esa primera venida y los efectos del juicio de su segunda venida, debe ser uno de nuestros regalos para Él.

HG/MD

“Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros, y contemplamos su gloria, como la gloria del unigénito del Padre lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14).

Crédito de la foto: https://apod.nasa.gov/apod/ap090719.html