Lectura: Gálatas 1:11-24

Una vez pude oír el testimonio de un misionero que visitó nuestra iglesia, esta persona contó que, como adulto joven, solía llevar una vida un tanto desordenada y liberal por así decirlo.

Recordó que cuando pasaba por el frente de una iglesia y había personas cerca de la salida, les empezaba a decir groserías y a hacer gestos obscenos, pensando que esto era gracioso y una forma de decirles que estaban perdiendo el tiempo, que había muchas cosas más divertidas por hacer que estar en una iglesia.

Pero, un día sucedió un evento que lo hizo poner todo en perspectiva.  Debido a que manejaba alcoholizado, tuvo un accidente con el automóvil, mismo en el cual murió su acompañante quien también era su mejor amigo, entonces como consecuencia sufrió de depresión hasta que una de las personas de la iglesia de quien se había burlado muchas veces, le compartió sobre la esperanza y perdón que se encuentra en Cristo.  Luego de esto, el entendió su necesidad de un Salvador y a partir de ahí su vida cambió, y se produjo un giro total en su vida.

El arrepentimiento genuino, que es impulsado por el Espíritu Santo, incluye un verdadero cambio total. A menudo, vemos que, cuanto mayor es la oposición al evangelio antes de la conversión, tanto más asombroso es posteriormente el cambio de dirección. Cuando Saulo de Tarso se encontró con Cristo en el camino a Damasco, se transformó de perseguidor a predicador del evangelio. Muchos dijeron de él: “…El que antes nos perseguía ahora proclama como buena nueva la fe que antes asolaba” (Gálatas 1:23).

  1. La conversión auténtica incluye el arrepentimiento, que implica un cambio de mentalidad y de dirección.
  2. Ser discípulo de Jesús significa seguir alejándose del pecado y acercándose a Dios cada día más en obediencia.

HG/MD

“Solamente oían decir: El que antes nos perseguía ahora proclama como buena nueva la fe que antes asolaba” (Gálatas 1:23).