Lectura: 1 Reyes 21:1-16

Contaba un matutino la siguiente historia: Un hombre que vivía con una tía de edad avanzada esperaba heredar una pequeña fortuna. Pero el hombre no esperó que la tía muriese naturalmente. El periódico informó que la mató con una sobredosis de medicamentos. Ahora él se halla en la cárcel.

En 1 Reyes 21 leímos hoy con respecto al acaudalado Rey Acab, el cual deseaba tanto una viña que permitió que su esposa asesinara al dueño. Dios se disgustó tanto con Acab que envió al profeta Elías para que le dijese a Acab que los perros lamerían su sangre en el mismo lugar donde fue asesinado Nabot. Y no sólo eso, además su esposa y todo descendiente varón también serían asesinados. La aterradora profecía se cumplió tres años más tarde (2 Rey.9:4-10:11).

Debemos temer al pecado de la avaricia, porque lleva a las personas a hacer cosas horribles. Deberíamos aborrecerlo porque es idolatría (Col.3:5), haciéndonos valorar más las cosas terrenales, que a Dios.

Las buenas nuevas son que podemos escapar de las garras de la avaricia. En su Epístola a los Colosenses, Pablo escribió: Pongan la mira en las cosas del cielo, y no en las de la tierra (Col.3:2). Nos llamó la atención para que nos enfocáramos en nuestra relación con Cristo y a esperar anhelantes nuestro encuentro con Él cuando regrese. (Col.3:1-4).

  1. Piensa en Cristo y en todo lo que te ha dado. Esa es la cura para la avaricia.

 

  1. Si tenemos a Cristo, ¿qué más necesitamos?

 

NPD/HVL