Lectura: Mateo 7:7-12

En el mundo en general es muy conocida y aceptada lo que comúnmente se ha conocido como la Regla de Oro: Debes tratar a los demás como te gustaría ser tratado. Entonces, podemos preguntarnos: ¿Qué hace tan diferente la versión de Jesús sobre este asunto?

La diferencia de todo radica en dos palabras: “Así que”, estas palabras nos señalan muy puntualmente a la generosidad de nuestro Padre Celestial.

Jesús dijo: “Pues si ustedes, siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿cuánto más su Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden? Así que, todo lo que quieran que hagan los hombres por ustedes, así también hagan por ellos, porque esto es la Ley y los Profetas” (Mateo 7:11-12).

Justamente ahí radica la diferencia, nadie por sus propias fuerzas puede cumplir este simple pero profundo mandato: “…que se amen los unos a los otros como yo los he amado” (Juan 15:12). Con amor perfecto, Jesús puso en práctica esta forma extraordinaria de actual al vivir y morir por todos nuestros pecados.

Tenemos un Padre lleno de gracia y amor quien dejó de lado sus intereses para revelar la medida perfecta de su amor a través de su Hijo Jesús. La gracia de Dios es la razón por la cual tratamos a los demás como nos gustaría ser tratados. Amamos y damos a los demás porque Él nos amó primero (1 Juan 4:19).

  1. Nuestro Padre celestial nos desafía a vivir a la altura de sus mandamientos, pero también nos da su poder y amor para que lo llevemos a cabo. Solo necesitamos pedírselo.
  2. Así que, la vida cristiana es imposible de vivir sin Jesús como centro y motor de nuestro andar.

HG/MD

“Nosotros amamos porque él nos amó primero” (1 Juan 4:19).