Lectura: 1 Corintios 13:1-13

Un maestro de escuela estaba realizando trabajos de reparación frente a su casa, y precisamente un día en el que estaban trabajando en la acera, luego de nivelar la superficie del concreto, unos niños de su escuela pasaron corriendo tras un balón dejando profundas huellas tras de sí.

Al ver esto, el hombre les gritó fuertemente reclamándoles por aquella situación; cuando su esposa lo oyó le dijo: “Eres el maestro de esos niños, se supone que los ames y entiendas”, él le respondió aun respirando hondo para contenerse: “Amo a los niños en lo abstracto, pero no en el concreto”.

Aunque nos parece simpático el juego de palabras, esta historia encierra algunas realidades interesantes. En el papel, lo óptimo es que el amor logre que los seres humanos se den a sí mismos, pero, realmente en muchas ocasiones, para la mayoría es difícil expresar efectivamente ese amor hacia las personas con quienes viven y trabajan diariamente.

No obstante, en 1 Corintios 13 se nos desafía como creyentes, a expresar el amor de una manera muy tangible y contundente: “El amor tiene paciencia y es bondadoso. El amor no es celoso. El amor no es ostentoso, ni se hace arrogante.  No es indecoroso, ni busca lo suyo propio. No se irrita, ni lleva cuentas del mal.” (1 Corintios 13:4-5)

  1. Si lo tomáramos como una mera teoría, el amor no valdría mucho; sin embargo, como el amor es práctico, se convierte en el tesoro más grande que podemos tener como seres humanos.
  2. El amor se expresa con hechos y también con palabras.

HG/MD

“Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor” (1 Corintios 13:13).