Lectura: Juan 4:4-15

Hace algún tiempo leí sobre un ministerio de creyentes quienes trabajan con lugares de todo el mundo donde aun no tienen acceso al agua potable.

Este esfuerzo está ayudando a brindarle una mejor calidad de vida a esas personas, previniendo enfermedades y alargando sus vidas.  El acceso al agua purificada les da a estas personas esperanza para el futuro.

En Juan 4, el Señor compartió una idea similar al hacer referencia al “agua viva”, la cual, a diferencia del agua normal, brinda un refrigerio constante para el alma.

La historia comienza con el Señor llegando al pozo de Jacob, luego de una larga caminata; cansado y sediento le pide agua a la mujer samaritana que está en el pozo (vv.4-8).  Esto provoca una conversación muy interesante en la cual Él termina ofreciéndole a la mujer “agua viva” (vv.9-15), y ella termina aceptándola: “nunca más tendrá sed, sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (v.14).

Más adelante en el evangelio de Juan, se vuelve a citar este principio del “agua viva” cuando Jesús dice las siguientes palabras: “…Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, ríos de agua viva correrán de su interior.  Esto dijo acerca del Espíritu que habían de recibir los que creyeran en él, pues todavía no había sido dado el Espíritu porque Jesús aún no había sido glorificado” (Juan 7:37-39).

  1. El Espíritu Santo nos renueva y refresca, brindándonos acceso ilimitado al gozo y esperanza del “agua viva” que encontramos en Jesús.
  2. La natividad también nos debe hacer recordar que el agua viva que provee esperanza y gozo, entró a este mundo cuando Jesús se encarnó hace más de 2000 años.

HG/MD

“Pero cualquiera que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed, sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Juan 4:14).