Lectura: Salmos 145:1-21

Quizás una de las cosas más importantes que aprendí de joven cuando asistí a algunos campamentos cristianos, fue tener la disciplina de estar a solas, sobre todo en estos lugares en los que uno está en medio de la creación de Dios, lejos de la rutina diaria.

Ahora, muchos años después, recuerdo con mucho cariño algunos de esos momentos, cuando buscaba la sombra de un árbol, el olor particular de la naturaleza, y aunque en ocasiones no entendía porque nos solicitaban tener estos tiempos a solas con Dios, con el tiempo comprendí el valioso regalo que nos estaban haciendo, me ayudó a comprender su valor y lo repliqué en otras personas.

Cuando estás a solas con Dios, las tentaciones externas se alejan, no hay lugar para los valores falsos, las voces y redes sociales que piden atención se acallan, las máscaras se caen, la presión del tiempo desaparece y se destruye la sensación de que yo estoy a cargo.

Es necesario para tu vida espiritual, por el bien de tu alma, que te alejes de todo de vez en cuando, de hecho, Jesús tenía esa costumbre (Lucas 5:16), Él pasaba esos tiempos a solas con su Padre porque los necesitaba, eran seguramente los mejores momentos de sus días en esta tierra.

  1. Sino tienes esta disciplina, iníciala hoy, busca un lugar a solas, lleva tu Biblia, tu devocional, y ten un tiempo a solas con Dios.
  2. Lee nuevamente la lectura devocional y en silencio piensa en todo lo que Dios significaba para David y lo que esas verdades significan para ti.

HG/MD

“Cada día te bendeciré y alabaré tu nombre eternamente y para siempre” (Salmos 145:2).