Lectura: Romanos 8:1-4; 28-39

¿A quién no le gusta ganar? Es por ello que cuando leemos Romanos 8:37: “…somos más que vencedores”, existe en nuestro ser un sentimiento de satisfacción.  Pero ¿a qué, se refería el apóstol Pablo cuando escribió estas palabras?

Pablo inicia esta parte de su carta a los romanos (capítulo 8), hablando con respecto a la maravillosa gracia de Dios, la cual quedó más que demostrada al enviar a su Hijo a morir por nuestros pecados (Romanos 8:1-3).  Luego de ello, continuó recordándoles a los creyentes, que diariamente tenían la ayuda del Espíritu Santo para obtener la victoria sobre el pecado (Romanos 8:4-17).

Posteriormente, Pablo habla sobre el inalterable amor de Cristo (Romanos 8:35); si bien es cierto algunas circunstancias nos pueden hacer sentir solos y fracasados, no debemos ceder a esos sentimientos, pues Dios nos enseña que ya “somos vencedores” (Romanos 8:37) y nada “nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Romanos 8:39).

Puede ser que en algún momento de nuestra vida nos hayan herido espiritual o físicamente, de una forma que nos marcó profundamente.  Pero si detenemos nuestra vida a causa de esa situación dolorosa, no podremos disfrutar de todas las cosas buenas que también nos han pasado y que superan por mucho esa circunstancia.  Cuando de verdad comprendemos el amor de Dios, depositamos nuestra fe en Jesús y empezamos a seguirle, entendiendo que el Señor nos perdonó a pesar de nuestras múltiples fallas, el peso del odio y el resentimiento se van de nuestra vida y perdonamos a quienes nos hicieron sentir dolor; es a partir de ese momento que ya no seremos presos del pasado y del pecado, y empezaremos a ser: “más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Romanos 8:37).

  1. Gracias Señor por tu amor inmerecido, gracias a ello somos más que vencedores.
  2. Deja atrás ese dolor que te apresa y empieza a pensar más en la libertad que tienes en Cristo.

HG/MD

“En él tenemos libertad y acceso a Dios con confianza por medio de la fe en él.” (Efesios 3:12).