Lectura: Isaías 58:10-12

En el año 1976 un gran terremoto sacudió la ciudad de Guatemala, causando una gran tragedia en la que murieron 25.000 personas.

Fueron días muy complicados; los momentos de alegría cuando entre las ruinas aparecía viva una persona, se mezclaban con las lágrimas de muchos cuando confirmaban la muerte de uno de sus seres queridos.  Muchas organizaciones de ayuda internacional y profesionales en medicina, se desplazaron a ayudar en la reconstrucción y atención de las víctimas.

Dentro de las personas que se desplazaron a ayudar, se encontraba el presidente del Colegio Americano de Cirujanos, Dr. Raymond Benson, quien en una de las tantas noches que pasó en su misión de ayuda, pudo compartir con muchos, les explicó que disfrutaba de su labor de médico, pero aún más de testificarles a otros sobre su fe en Jesús.  Les decía: “Eso fue lo que me trajo a Guatemala”.

Gracias a Dios por todos esos trabajadores creyentes que llevan ayuda, esperanza y su fe a quienes necesitan oír del evangelio, que se desprenden de sus ocupaciones diarias y deciden ayudar gratuitamente a otros que están sufriendo situaciones complicadas en su vida, tal como son los múltiples desastres de los cuales somos testigos todos los años.

Una de las más hermosas promesas sobre la ayuda caritativa desinteresada, la encontramos en el libro de Isaías 58:10-12.  Los creyentes tenemos la gran bendición de poder orar por las personas que están en problemas, pero un mayor privilegio es poder desprendernos de las bendiciones materiales con las que Dios nos ha provisto, para compartirlas con quienes menos tienen.

  1. Aunque los días sean muy complicados, tenemos la oportunidad de ser un poco más como Jesús al compartir sobre el amor de Dios con todos.
  2. Un buen ejercicio para el corazón es doblar rodilla para orar por alguien.

HG/MD

“Si tu alma provee para el hambriento y sacias al alma humillada, tu luz irradiará en las tinieblas, y tu oscuridad será como el mediodía. El Señor te guiará siempre y saciará tu alma en medio de los sequedales. Él fortalecerá tus huesos, y serás como un jardín de regadío y como un manantial de aguas cuyas aguas nunca faltan.” (Isaías 58:10-11).