Lectura: Proverbios 3:1-12

Willard Aldrich cuenta una historia acerca de su astuto perro Labrador retriever. El perro se  quedaba lejos de los muebles mientras Aldrich y su esposa estaban alrededor, pero tan pronto salían de la habitación, él se subía a una de sus sillas hasta que les escuchaba volver. Fueron los pelos de perro los reveladores de dicha situación y una silla caliente que delataron al animal

¿Qué es los dueños de la mascota lo que debían hacer?  Los animales no pueden razonar con ellos, ya que no tienen sentido moral. Así que Aldrich decidió conectar la silla a una leve corriente eléctrica. Efectivamente, durante la noche, lo despertó un ladrido, y oyó al perro corriendo hacia otra habitación.

Ahora, el Labrador había aprendido una lección y no dejó de amar a sus propietarios, debido al correctivo que le habían impuesto. Consiguieron el objetivo y la desobediencia se detuvo.

Nuestra relación con Dios no es exactamente igual a la respuesta del perro astuto de los Aldrich. Nosotros sí tomamos decisiones morales conscientes. Y Dios sí disciplina y nos recuerda: “Porque el Señor disciplina a los que ama, como corrige un padre a su hijo querido” (Prov. 3:12) .  Él quiere que le obedezcamos a Él debido a nuestro amor por él. Pero cuando nos rebelamos, El amor proporciona corrección en términos que podamos entender.

1. La elección es nuestra. Podemos obedecer a Dios porque sabemos que la desobediencia traerá disciplina o nosotros le podemos obedecer porque lo amamos y deseamos agradarle.

2. ¿Qué motiva a su obediencia?  El motivo más grande para obedecer a Dios, es el deseo de agradar a Dios.

NPD/HVL