Lectura: Juan 19:1-5

Cuando cursaba el primer año del instituto bíblico, empecé a tener más valor para hablar del Señor. No me sorprendió que mi nueva costumbre generara roces con algunas personas. Esto se evidenció en una ocasión cuando asistí a un evento social con algunos de mis ex compañeros de la escuela secundaria. Una joven, a la cual anteriormente le había testificado, se rio de mi interés en cuanto a dónde pasaría ella la eternidad. Ed, otro amigo que sabía de mi fe, dijo bromeando: «¡Tres hurras por la antigua cruz del calvario!». Me sentí menospreciado y rechazado.

Sin embargo, horas más tarde, esa misma noche, me inundó un amor inexplicable. Al recordar el mandato de nuestro Señor: «Amad a vuestros enemigos […], y orad por los que […] os persiguen» (Mateo 5:44), oré por Ed, que se había burlado de la cruz de Cristo. Con los ojos llenos de lágrimas, le pedí al Señor que lo salvara.

Más o menos al año, recibí una carta de Ed donde decía que quería que nos encontráramos. Cuando por fin nos reunimos, me contó cómo se había arrepentido de sus pecados e invitado a Cristo para que fuera su Salvador y Señor. Más tarde, me sorprendí cuando oí que había ido como misionero evangélico a Brasil. La lección que aprendí por experiencia es que la mejor respuesta para la oposición espiritual es la oración.

1. ¿Acaso habrá alguien que critica tu fe que hoy pueda necesitar tus oraciones a su favor?

2. No nos cansemos de orar !!!

NPD/DF