Lectura: Romanos 8:1-11

En el sistema de justicia de los Estados Unidos, es importante que los miembros del jurado tengan la mente abierta. No pueden tener sus mentes predispuestas antes de entrar a la sala de juicio. Siempre deben recordar que una persona es considerada inocente mientras no se pruebe su culpabilidad.

Incluso para aquellos que no esperan encontrarse en el lado equivocado de la ley, es un consuelo saber que la culpa no se supone, sino que tiene que ser probada.

Sin embargo, este sistema de justicia no es como el que Dios ha creado para la humanidad. ¡Somos declarados culpables incluso antes de entrar en Su sala! Y a pesar de que puede no parecer justo, lo es. Ya que es la perfecta santidad de Dios la que lo exige.

En un tribunal, cuando una persona es declarada culpable, él o ella se enfrentan a un castigo. Pero lo maravilloso de la sala de corte de Dios es que cuando admitimos nuestra culpa, ¡Él nos ofrece misericordia! Todos somos culpables y nos enfrentamos a una vida eterna en el infierno lo cual es peor que la pena de muerte. Sin embargo, el castigo por el pecado es el impuesto sólo para aquellos que se niegan a reconocer su pecado, y que rechazan el perdón de Dios por medio de Jesucristo.

La culpabilidad es nuestra condición de nacimiento. Pero se nos puede conceder el perdón y ser perdonados de nuestros pecados por la sangre de Jesucristo. ¡Ese es el sistema de misericordia de Dios!

1. El perdón de Dios es tan pleno y libre, debido a que Jesús murió en el Calvario; y se concederá a cada alma pecadora, que verdaderamente anhela ser sana

2. La justicia de Dios nos condena, pero Su misericordia nos redime.

NPD/DB