Lectura: Juan 16:25-32

Un mensaje que había llegado a la bandeja de entrada de mi correo, no decía mucho: “Estoy en silla de ruedas, me siento sola, a pesar de que sé que nunca lo estoy realmente.  El Señor siempre está conmigo.  Pero mi condición hace que no tenga mucha gente con la que pueda hablar”.

Por todas sus implicaciones, la palabra “soledad” es una de las más fuertes de nuestro idioma.  A la soledad no le importa la edad, altura, condición económica, o la inteligencia.   El científico Albert Einstein acostumbraba decir: “Es extraño ser conocido tan universalmente, y al mismo tiempo sentirse tan solo”.

Dios nos creó para que tuviéramos compañía.  Antes de que el pecado entrara en el mundo, declaró que no era bueno que el hombre estuviera solo (Marcos 14:50).  Es por ello que nos tendemos a sentir muy mal, cuando no contamos con la presencia de más personas en nuestras vidas.

El Señor también experimentó la soledad de la forma más cruda posible.  Cuando vivió sus últimas horas en este mundo, sus discípulos, esas personas que lo habían acompañado durante los últimos años de su ministerio terrenal, ciertamente lo habían abandonado (Marcos 14:50).  Pero Jesús sabía muy bien cuál era su relación con el Padre: “…Pero no estoy solo porque el Padre está conmigo”. (Juan 16:32).  Esta misma intimidad es la que está disponible, para quienes han decidido seguir a Jesús y han puesto su confianza en Él y en su Palabra (Juan 14:16-23).

  1. No tiene nada de malo sentir soledad de vez en cuando; sin embargo, rápidamente debes recordar que el Señor te ha provisto de personas maravillosas que están a tu lado, o que puedes llegar a conocer si abres tu mente a la posibilidad de tratarlas.
  2. No lo olvides, ¡verdaderamente nunca estarás sólo, Dios siempre estará a tu lado cada día! Los que hemos decidido seguir a Jesús como Señor y Salvador nunca estaremos solos.

HG/MD

“He aquí la hora viene, y ha llegado ya, en que serán esparcidos cada uno por su lado y me dejarán solo. Pero no estoy solo porque el Padre está conmigo” (Juan 16:32).