Lectura: 1 Pedro 3:8-17
Un amigo misionero me contó la siguiente historia real; mientras visitaba el Lejano Oriente ruso, tuvo una conversación con una amiga a la cual llamaremos Irina, quien era en ese momento una estudiante excelente y que prestaba sus servicios en una emisora cristiana local, en un lejano pueblo. Desde que había tomado la decisión de seguir a Cristo, su fe había crecido de forma extraordinaria y sus vecinos eran testigos del cambio que había experimentado esta muchacha, la cual tenía muy malas costumbres pero ahora se comportaba de una manera totalmente diferente.
Al igual que la mayoría de rusos, Irina guardaba una esperanza de un mejor porvenir, pero también era consciente de lo problemático de la realidad cambiante que vivían luego de la perestroika (restructuración económica y social que vivió Rusia a finales de los 80´s e inicios de los 90´s).
Me contó de las muchas conversaciones que tuvo con esta muchacha sobre el futuro del país, ella le miró firmemente a los ojos y con una franqueza sorprendente le dijo: “Me estoy preparando para la persecución”.
Mi amigo de momento reaccionó un tanto conmocionado por aquella declaración, al pensar en las consecuencias que podía haber sobre la comunidad cristiana, si aquellas sospechas se llegaran a hacer realidad, incluso para la vida de aquella joven que apenas superaba los 18 años. Luego de ello examinó seriamente su propio corazón, y se dio cuenta que no se había estado preparando para sufrir por Cristo. ¡Ni siquiera se le había ocurrido!
En 1 Pedro 3, el apóstol y mártir Pedro, quiso preparar a los creyentes para la amenaza de la persecución, que enfrentarían el resto de sus vidas. Les giró instrucciones para vivir una vida caracterizada por el amor y el alejamiento de la maldad (Finalmente, sean todos de un mismo sentir: compasivos, amándose fraternalmente, misericordiosos y humildes. 9 No devuelvan mal por mal ni maldición por maldición sino, por el contrario, bendigan; pues para esto han sido llamados, para que hereden bendición. Porque: El que quiere amar la vida y ver días buenos refrene su lengua del mal, y sus labios no hablen engaño. Apártese del mal y haga el bien. Busque la paz y sígala. Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos están atentos a sus oraciones. Pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal – 1 Pedro 3:8-12).
Si llegaba la persecución, Pedro quería asegurarse que los creyentes supieran este principio: “porque es mejor que padezcan haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal” (1 Ped.3:17).
- ¿Estamos preparados para sufrir por hacer el bien? ¿Estás realmente dispuesto para ello?
- ¿Es tu forma de vivir, digna para morir?
HG/MD
“Porque es mejor que padezcan haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal” (1 Ped.3:17).