Lectura: 2 Timoteo 1:6-12

Estábamos en un centro comercial dispuestos a comer algo, cuando de repente todo se tornó en silencio, sólo se escuchaba el ruino peculiar de la murmuración entre las personas que se decían unos a otros, que como siempre, pronto, en un par de minutos, iba regresar el fluido eléctrico.  Los pocos establecimientos de la plaza de comidas que tenían efectivo y cocinaban con gas, terminaban de hacer las entregas a sus clientes, la administración del lugar también disponía de una planta que mantenía funcionando los sistemas básicos del gran Centro Comercial, así que comimos y salimos con rumbo a nuestra casa.

Para nuestra sorpresa, pronto vimos que la electricidad se había ido por todos los barrios por donde pasábamos con el auto, y finalmente cuando llegamos a casa comprobamos que tampoco teníamos fluido eléctrico. Lo relojes eléctricos no funcionaban, la TV no servía, por lo tanto no podíamos ver noticias, los electrodomésticos no funcionaban, así que todo estaba totalmente inservible, las únicas que seguían transmitiendo eran algunas radio emisoras que contaban con planta propia, aquel apagón había sido nacional y no tendríamos electricidad hasta dentro de algunas horas, así que esperamos con paciencia contar nuevamente con el preciado servicio, la situación nos había sacado de la rutina y todo parecía un desastre.

Al pensar en este incidente, comparo la situación y me doy cuenta que muchas veces empezamos el día sin electricidad espiritual, por así decirlo.  Pasamos más tiempo viendo las noticias, programas de televisión, internet, o redes sociales, que leyendo nuestra Biblia.  Es por ello que reaccionamos ante los momentos difíciles con temor y confusión, en lugar de estar conscientes como dice la Palabra de Dios que: “…no nos ha dado Dios un espíritu de cobardía sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Tim.1:7).  Desgraciadamente, en la mayoría de las ocasiones enfrentamos la vida tan desaliñados espiritualmente, tal como hace una persona que se viste y alista en la oscuridad.

  1. Si bien es cierto los apagones nos asustan, debemos aprender de ellos y estar “espiritualmente” preparados para cuando sucedan. Cada día debemos buscar la presencia del Señor, leer su Palabra, hablar con Dios y compartir con otros en una iglesia local, lo que hemos aprendido de Él.
  2. La luz de nuestro Señor nunca falla (Juan 1:4-5).

HG/MD

“Porque no nos ha dado Dios un espíritu de cobardía sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7).