Lectura: 1 Juan 1:1-10

Una vez le hicieron esta pregunta a un predicador muy reconocido: “¿Cuál es el período más largo que has pasado sin pecar? ¿Una semana, un día, una hora?”.

Por un momento guardó silencio, y luego contestó de la siguiente manera: “¿Cómo puede una persona responder a una pregunta así?  Si somos sinceros podríamos afirmar que no podemos vivir ni un solo día sin pecar.  O si consideramos la semana que pasó, podríamos ver que no le hemos confesado a Dios ni un solo pecado.  Sin embargo, nos engañaríamos si decimos que no hemos pecado con nuestros pensamientos o acciones durante una hora o menos”.

Sin lugar a dudas Dios conoce nuestro corazón y sabe si somos sensibles al poder de convicción del Espíritu Santo. Si en verdad nos conocemos, admitiremos lo que declara 1 Juan 1:8: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros”. Pero además, yo esperaría que no quisiéramos que el versículo 10 sea una realidad en nuestra vida: “si decimos que no hemos pecado, lo hacemos a él mentiroso y su palabra no está en nosotros”.

Entonces, la siguiente podría ser una pregunta más alentadora: “¿Cómo responde Dios a nuestro reconocimiento del pecado y la necesidad de ser perdonados?”.  La respuesta es: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” (v. 9). Jesús ha quitado el problema del pecado al morir en nuestro lugar y resucitar. Por esta razón puede crear en nosotros “un corazón puro” (Salmo 51:10).

  1. Sin lugar a dudas pecamos, no obstante, los que hemos puesto nuestra esperanza en Jesús como Señor y Salvador, sabemos que Él venció al pecado y lo que ello significa para nosotros.
  2. Alguno podrá decir: “Entonces esto es una excusa para pecar”, y la respuesta tal como dijo el apóstol Pablo es: “En ninguna manera” (Romanos 6:1-2).  Como hijos e hijas de Dios sabemos lo que es correcto y por ello con su ayuda procuramos estar cada día más cerca de Él; el Señor transforma nuestras vidas.

HG/MD

“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).