Lectura: Salmo 119:105-112

Quizás sería más sencillo enfrentar una situación complicada, si el Señor nos anticipara el resultado. Y por supuesto, no dudo que “todas las cosas […] ayudan a bien” (Romanos 8:28), pero ciertamente al estar atravesando un tiempo difícil, todo sería más simple si supiéramos qué aspecto tiene el “bien”, o cómo va a terminar la historia.

No obstante, casi que, por regla, Dios no nos muestra a dónde nos está llevando, tan sólo nos pide que confiemos en Él.  Podríamos compararlo con la sensación que se tiene al conducir de noche.  Las luces del automóvil no pueden alumbrar todo el paisaje, ni nos pueden mostrar el trayecto final, tan solo iluminan lo necesario para no salirnos de la carretera.  Y por supuesto, esta situación no nos desanima a continuar avanzando, pues tenemos la confianza que si seguimos la ruta demarcada, finalmente llegaremos a nuestro destino.  Lo único que necesitamos en realidad es suficiente luz para seguir adelante.

La Biblia se parece a las luces del automóvil en momentos difíciles.  Está llena de promesas para que nuestra vida no se salga del camino y caigamos en la zanja de la desesperación.  En su Palabra, Dios nos promete que nunca nos dejará ni nos desamparará (Hebreos 13:5).  Nos asegura que conoce lo que tiene pensado para nuestra vida: “Porque yo sé los planes que tengo acerca de ustedes, dice el Señor, planes de bienestar y no de mal, para darles porvenir y esperanza” (Jeremías 29:11).  Y también nos indica que el fin de las pruebas temporales que afrontamos, es convertirnos en mejores creyentes y no en personas fracasadas (Santiago 1:2-4).

  1. Así que, de la misma forma en la que confiamos en las luces al conducir en la oscuridad, podemos confiar por completo en que Dios sabe exactamente por donde está guiando nuestro andar de fe.
  2. Usemos siempre la Palabra de Dios, ella iluminará nuestro camino.

HG/MD

“Lámpara es a mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino” (Salmos 119:105).