Lectura: Efesios 5:15-21

La mama y su pequeña hija, caminaban en medio de un mercado al aire libre, que se realizaba todos los sábados cerca de su casa en horas de la mañana.  La niña miraba con admiración el profundo color dorado de las naranjas; cuando el encargado vio el interés de la niña, le regalo una de aquellas apetitosas frutas.

Inmediatamente, la madre le dijo a su hija: “¿Cómo se le dice a este señor tan amable?  La niña miró a su madre, miró la naranja y rápidamente la extendió nuevamente al hombre diciéndole: ¿Señor, puede cortarla, para que pueda comérmela?”

La gratitud es algo que aprendemos y adquirimos por medio de las experiencias y enseñanzas de nuestros padres. Lo que puede resultarnos divertido en el caso de la respuesta espontánea de una pequeña, puede parecernos grosero y malagradecido en un muchacho mayor o en un adulto.

Es sencillo caer en la trampa de responder a los regalos de Dios diciendo: “Esto, es bueno, pero quisiera un poco más”.  Una actitud de gratitud para con Dios, siempre caracteriza el carácter del creyente que vive una relación creciente con Él.  Al leer hoy las palabras de Pablo a los Efesios, quienes eran creyentes que estaban creciendo en su fe, el desafío en su andar con Dios fue dar “…gracias siempre por todo al Dios y Padre en el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Efe.5:20).

  1. Hoy en lugar de quejarte por lo que no tienes, o por las injusticias de la vida; en lugar de pedir más, aprende a decir más a menudo: ¡Gracias!

 

  1. No son las cosas que tienes o el dinero en tu cuenta bancaria, lo que te hace ser agradecido, sino lo que hay en tu corazón.

HG/MD

“Dando gracias siempre por todo al Dios y Padre en el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Efesios 5:20)