Lectura: Filipenses 1:3-11

Hace un tiempo recibimos un mensaje en la bandeja de entrada del correo, escrito por una persona a quien no conocíamos, se trataba de una joven que con su acción nos demuestra un ejemplo que podemos imitar.  Su mensaje mostraba lo mucho que esta joven creía en la oración.

En el mensaje solicitaba oración por otras jóvenes que vivían en África, quienes habían sido secuestradas de su colegio. Cuando se enteró por medio del noticiero, se fue a su teléfono móvil y escribió un mensaje a más de 1000 de sus amigos en redes sociales, el cual contenía la historia de estas chicas y decía al final: “Por favor, oremos por estas jóvenes”.  Su compasión por ellas era evidente, así como su fe en que Dios haría Su voluntad y escucharía sus oraciones.

Esta joven pudo haber pasado el tiempo en su teléfono inteligente, haciendo muchas otras cosas, viendo videos divertidos, enterándose de las noticias de amigos o enviando chismes a sus contactos, pero en lugar de ello, usó su tiempo para buscar una fuente de información confiable y para pensar en un mensaje que explicara bien su solicitud.

Una persona que conocía muy bien el valor de la oración por nosotros y por quien lo necesitara, fue el apóstol Pablo, quien decía: “Doy gracias a mi Dios cada vez que me acuerdo de ustedes, siempre intercediendo con gozo por todos ustedes en cada oración mía” (Filipenses 1:3-4).  “Pero les ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que luchen conmigo en oración por mí delante de Dios” (Romanos 15:30).

  1. Estos ejemplos nos muestran que debemos acudir al Señor en oración y además debemos compartir los motivos de oración con otros cuando es propicio, para que más personas también nos acompañen en oración, fortaleciendo nuestra fe y comunión unos con otros.
  2. Cuando no estas presente para ayudar, puedes ayudar por medio de la oración.

HG/MD

“Y esta es mi oración: que su amor abunde aún más y más en conocimiento y en todo discernimiento” (Filipenses 1:9).