Lectura: 1 Corintios 9:11-23

El apóstol Pablo afirmó algo sobre lo que vale la pena meditar profundamente; él prefería morir antes que dar la impresión de que estaba sirviendo al Señor por dinero.  Debido a esto, se sostenía económicamente a si mismo mientras compartía las buenas nuevas con las personas de Corinto.  Para Pablo cualquier malentendido que manchara su testimonio, era peor que morir.  Esto no debe malinterpretarse; Pablo no dijo que esté mal recibir dinero a cambio de nuestro servicio honesto al Señor, ya que “…El obrero es digno de su salario” (1 Timoteo 5:18), más bien se refiere a las personas que conscientemente anteponen su avaricia y ansias de dinero, antes que a su servicio para Dios y sus semejantes.

Desde siempre, muchas personas han decidido vivir de esa forma, y lo han demostrado al punto de llegar al sacrificio máximo de dar su vida por la fe, han preferido ser mártires antes que negar su fe.  Aunque la mayoría de nosotros nunca llegará a vivir el predicamento de escoger entre negar a Cristo o morir, nuestro estilo de vida debe reflejar que creemos que algunas cosas son peores que morir.

El apóstol Pablo dijo en Filipenses 1:20, que sinceramente esperaba no sentirse avergonzado como creyente nunca en su vida.  No le preocupaba salir de aquella prisión en la cual lo habían encerrado, lo que le importaba era que Jesús fuera glorificado por medio de su vida “o por vida o por muerte”.

Las palabras que continúan luego de ese compromiso, nos deben hacer pensar con respecto a nuestra vida cristiana: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia”.  Debemos pensar antes de actuar, preferir la muerte física antes que deshonrar su nombre, y proceder de forma que nuestras acciones no afecten de forma negativa a nuestra familia o defrauden a quienes han depositado su confianza en nosotros.

  1. Es un hecho que algunas cosas son peores que morir; deshonrar al Señor es una de ellas.
  2. Si tu vida no es un testimonio, tu testimonio no tiene vida.

HG/MD

“A pesar de ser libre de todos, me hice siervo de todos para ganar a más” (1 Corintios 9:19).