Lectura: Hechos 11:19-26

Una joven mamá creyente visitaba muy a menudo los parques infantiles con sus dos pequeños de 2 y 4 años, con dos propósitos: el primero de ellos, conversar con otras mamás, y cuando se daba la ocasión, compartirles el evangelio.

La otra razón quizás “menos importante” dirían algunos, pero con un significado muy profundo, era que en ocasiones veía a pequeñines en los columpios quienes por su corta edad no sabían impulsarse, entonces ella se levantaba y les daba un pequeño impulso, y muy pronto aprendían y tomaban impulso por ellos mismos.  En sus adentros pensaba: “esta es una forma indirecta de mostrarles que siempre habrá personas que les pueden dar un pequeño impulso para continuar”.

Alentar a otras personas a lo largo de la vida, es un propósito de los más dignos de imitar y reconocer; así era José, un buen creyente mencionado en las Escrituras quien, en el contexto de los primeros días de la iglesia, vendió un campo que tenía y lo dio a los necesitados (Hechos 4:36-37), y luego de algunos años tuvo el privilegio de acompañar a Pablo en sus viajes misioneros, predicando el evangelio a quienes lo necesitaban (Hechos 11:22-26; 13:1-4).

Puede ser que no conozcas a este hombre por el nombre de José, pero quizás el nombre Bernabé si te suene más familiar, este nombre fue dado por los apóstoles y significa: “hijo de consolación”.  Cuando la iglesia de Jerusalén escuchó que las personas de Antioquía estaban respondiendo al mensaje del evangelio, inmediatamente enviaron a Bernabé, porque era un “hombre bueno y estaba lleno del Espíritu Santo y de fe” (Hechos 11:24); cuando llegó, lo primero que hizo fue: “se regocijó y exhortó a todos a que con corazón firme permaneciesen en el Señor” (v.23) y por ello: “…mucha gente fue agregada al Señor” (v.24).

  1. Cada uno de nosotros puede ser como aquella joven de la historia que impulsaba a los más pequeños, o como Bernabé, quien animaba a otros en su andar con el Señor.
  2. Una pequeña chispa de aliento, puede encender un gran fuego de servicio y agradecimiento en las vidas de muchas personas.

HG/MD

“¡He aquí, cuán bueno y cuán agradable es que los hermanos habiten juntos en armonía!” (Salmos 133:1).