Lectura: Daniel 4:28-34
Había un joven que tenía un concepto demasiado alto con respecto a su hombría, decía que podía levantar muchísimo peso con un solo brazo y que podía quebrar muchas lozas de cerámica con un sólo golpe de su mano. Sin embargo, un día su mamá enfermó y se vio obligado a realizar junto con su padre y hermanos, muchas de las labores domésticas que ella hacía; con tan sólo un par de días lavando y limpiando la casa, sus manos estaban llenas de ampollas y le dolían partes del cuerpo que no sabía existieran. Este fue un rudo despertar para aquel joven que se creía muy fuerte.
Otra historia nos lleva al campo de entrenamiento de los bomberos. Una joven se había reclutado para ser elegible en alguna plaza que se abriera para desempeñar este duro oficio; con gran entusiasmo enfrentó el primer día de arduo entrenamiento y capacitación, por lo que exhausta se fue a dormir. Al día siguiente cuando el reloj marcaba las 4:00 a.m., una de sus instructoras entró en las habitaciones de los reclutas y les empezó a gritar diciendo: “¡Despierten son las 6:00!” La joven, aun entre dormida y despierta le contestó: “Que bueno, aunque es temprano para ir a la cama, mañana nos espera un largo día”.
Todos tendemos a soñar e imaginarnos alcanzando logros importantes, hasta que alguien o algo nos despierta y nos confronta con la vida real. Esto fue lo que vivió Nabucodonosor, rey de Babilonia, quien tuvo un despertar nada gracioso. Antes de que se encontrara con Dios, él tuvo una vida donde pensaba que lo tenía todo controlado y a sus pies. De repente, un día sin ninguna advertencia, se encontraba comiendo hierba como los animales (Daniel 4:33); luego de siete largos años aprendió que todo está sometido a la autoridad de nuestro Dios y todo lo que poseemos de forma legal y honesta es porque a Dios le ha placido.
- Señor, despiértanos, has que seamos conscientes de lo que significa vivir de acuerdo con tu voluntad.
- Quien tiene un concepto demasiado alto de sí mismo, tiene un muy bajo concepto de Dios.
HG/MD
“Porque de él y por medio de él y para él son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.” (Romanos 11:36)