Lectura: Hechos 19:23-41

Si queremos ver a una persona enojada, pongamos en peligro su situación financiera.

Y es que basta con que un país pase por problemas financieros, para que exista toda una conmoción que puede causar despidos de políticos, golpes de estado y guerras.

Esto fue lo que vivió el apóstol Pablo en su estadía de más de dos años en la ciudad de Éfeso, él empezó a discutir y persuadir a las personas “acerca de las cosas del reino de Dios” (Hechos 19:8), y como consecuencia muchos comenzaron a seguir a Jesús.

Debido al éxito que tuvo en compartir las buenas nuevas que Dios estaba dando, a través del ministerio del apóstol se dio una conciencia lógica y como consecuencia muchos efesios dejaron de adorar a la diosa Diana. Esto se convirtió en una mala noticia para los plateros locales que se ganaban la vida fabricando y vendiendo estatuillas de esa diosa. Si mucha gente dejaba de creer en ella, se les terminaría el negocio. Por eso, cuando los artesanos se dieron cuenta de la situación, hubo una conmoción y un tumulto.

Este incidente en Éfeso puede inducirnos a evaluar por qué adoramos a Dios. Los plateros querían defender la adoración del pueblo para proteger su prosperidad personal, pero que nunca se diga algo así de nosotros. Jamás permitamos que nuestra adoración al Señor se convierta en un medio para tener buena suerte.

Adoramos a Dios por su amor hacia nosotros y por lo que Él es; no porque tal actitud pueda llegar a aumentar el saldo de nuestras cuentas. Adoremos al Señor de la manera correcta.

  1. Seamos diligentes y prestos para compartir las buenas nuevas sin importar las consecuencias.
  2. Evaluemos la razón por la cual hacemos las cosas, ¿será para obtener el reconocimiento de otras personas o para que Dios sea glorificado?

HG/MD

“Predica la palabra; mantente dispuesto a tiempo y fuera de tiempo; convence, reprende y exhorta con toda paciencia y enseñanza” (2 Timoteo 4:2).