Lectura: Efesios 4:4-16
¿Alguna vez has visto a un equipo de mecánicos en la acción en una carrera de autos? Tuve la oportunidad de estar en la zona de boxes o pits durante la carrera, y quedé impresionado.
En menos tiempo del que le toma a la mayoría de nosotros el ponernos nuestro cinturón de seguridad y ajustar el espejo, la tripulación había cambiado cuatro neumáticos, llenado el tanque de gasolina, lavado el parabrisas, le habían dado al conductor una bebida, y habían hecho ajustes vitales para el auto. Sucede tan rápido y tan eficientemente, ya que cada miembro de la tripulación conoce su trabajo y lo hace bien.
En su intervención en un servicio en la capilla antes de la carrera, el capellán Max Helton le dijo a los conductores y a sus colaboradores lo siguiente: “Imaginen a toda la gente que se necesita para preparar una carrera. ¿Qué pasaría si todos quisieran conducir? Sería el caos. Lo mismo ocurriría con la tripulación. ¿Qué pasaría si todo el mundo quisiera cambiar neumáticos y nadie quisiera llenar el tanque de combustible? El auto de carreras no tendría un viaje muy largo.
Del mismo modo, en el cuerpo de Cristo todos hemos sido equipados con diferentes habilidades para hacer ciertas tareas (Efesios 4:7-16). No todos podemos ser pastores o maestros. Algunos de nosotros tenemos que “cambiar los neumáticos” y “lavar el parabrisas.” Y cada trabajo es tan importante como el otro.
Para que el cuerpo de Cristo pueda cumplir su propósito, cada uno de nosotros necesitamos concentrarnos en nuestra parte y hacerlo lo mejor que podamos.
1. Dios edifica a Su iglesia y la hace fuerte, mediante personas comunes como tú y yo; y si todos hiciéramos nuestra parte, el amor de Cristo se vería reflejado en nosotros.
2. El trabajo en equipo divide el esfuerzo y multiplica el efecto.
NPD/DB