Lectura: Mateo 21:1-11

Los desfiles se han utilizado durante mucho tiempo como celebraciones de grandes logros. En la historia los desfiles más grandes se han centrado en políticos, militares, deportistas, astronautas, músicos, días especiales, fechas patrias, etc. Durante estas celebraciones es popular el uso de confeti, música con altos volúmenes, barreras para evitar que las multitudes invadan las calles por donde transitan los homenajeados o las actividades.

Pero el desfile más grandioso de todos los tiempos fue muy diferente. Sucedió en Jerusalén hace 2000 años. Fue el viaje de un solo hombre montado sobre un asno. En lugar de confeti, el camino estaba forrado de mantos y ramas de palma.

Tal vez el elemento más extraordinario del recorrido por la ciudad santa fue su significado profético. Claro se necesita una planificación cuidadosa para organizar desfiles en nuestros días, pero en nada se compara a la preparación de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. En Zacarías 9:9, el profeta describió la escena que tendría lugar 500 años más tarde.

Cuando Jesús montó aquel asno en Jerusalén, estaba cumpliendo la profecía, nos estaba dando una razón más para exclamar: “Hosanna”. Cristo era ciertamente, y es, el Mesías prometido.

  1. Si creemos en la majestad de Cristo, nos inclinaremos ante Él para adorarle.

 

  1. Deja que Jesús entre en tu vida, dale la bienvenida a Dios y verás que nada jamás será igual.

 

NPD/JDB