Lectura: Juan 16:1-16

Por muchos años Esteban negó su problema visual a pesar de ser legalmente ciego.  Para él la vida consistía en un sin número de formas no definidas, sombras y colores.  En su afán de aparentar que podía ver, lo que hacía sin que nadie lo viera era acercar al máximo a su cara los libros, y siempre buscaba un lugar bien iluminado.

Pero un día algo sucedió, unos amigos quienes conocían su deficiencia visual contactaron a un lugar donde criaban perros guías, y finalmente llegó el día cuando se encontró con Bruno, su perro entrenado.  Mientras recibía la capacitación correspondiente para entenderse con Bruno, Esteban empezó a reflexionar sobre su vida y la confianza creciente que sentía al lado de su perro guía.  Pronto Esteban comprendió todo lo que se había perdido durante años, lo que había necesitado desde hacía mucho tiempo era un compañero con vista para disfrutar de la libertad y movilización que eran tan difíciles para él.

A muchos creyentes también les ocurre que andan por la vida como ciegos tratando de surcar los caminos más oscuros con sus propias fuerzas.  Al parecer, no están al tanto de que Dios nos ha provisto de un guía para guiarnos en el camino.  En sus últimos días de ministerio terrenal, Jesús nos prometió un Consolador que nos guiaría hacia toda verdad (Juan 16:13).  Cuando reconocemos nuestras limitaciones y pecados, y dependemos del Espíritu Santo, empezamos a caminar de forma segura pues a nuestro lado siempre nos acompaña Dios (Gálatas 5:16,18).

  1. Dios ha provisto Su guía donde quiera que vayamos en el viaje de la vida.
  2. Nuestro andar siempre debe ser seguro, pues a nuestro lado camina el Espíritu Santo.

HG/MD

“Porque andamos por fe, no por vista” (2 Corintios 5:7).