Lectura: 1 Juan 5:1-13

Hace muchos años el evangelista D. L. Moody (1837-1899), dijo: “Creo que satanás está engañando a cientos de cristianos hoy en este punto: no tienen la seguridad de salvación sólo porque no están dispuestos a tomarle la Palabra a Dios”.

El apóstol Juan, en este mismo sentido nos dice en Juan 5:24, que el creyente que ha creído en Jesús: “…el que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna. El tal no viene a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida”.  Teniendo esto en cuenta, nuestra seguridad no se basa en cómo nos sentimos, sino en lo que Dios nos ha dicho en Su Palabra.  Es por ello que cuando le tomamos a Dios la palabra, el sentimiento está demás.

Ilustremos esto con una historia; había un anciano que estaba cargando un saco de papas sobre su espalda.  De repente, se encontró con una persona que era conocida por su escepticismo y quien sabía que el anciano era creyente; le preguntó: “¿Cómo sabes que eres salvo?” El viejo, dejó caer el sacó de papas que llevaba sobre su espalda y le contestó: “¿Cómo sé que he dejado caer el saco?  No lo vi cuando cayó.”  “No”, le contestó el escéptico, “pero supongo que lo nota porque el peso sobre su espalda es menor”.  “Exactamente”, dijo el creyente, “de esa misma forma también sé que soy salvo.  He perdido mi carga por el pecado y he hallado la paz en Jesús, mi Señor y Salvador”.

1. Primero debes confiar en Jesús y creer en lo que nos dice Su Palabra con respecto al pecado;  al aceptar tu necesidad de salvación y entender que Jesús puede salvarte, tus cargas de culpa y dudas se irán para siempre, solamente entonces sentirás la diferencia entre lo que era tu vida y lo que ahora vives en Cristo.

2.  Debido a que la Palabra de Dios es verdadera y digna de confianza, tu salvación también es segura. 

HG/MD

“Yo les doy vida eterna, y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano” (Juan 10:28).