Lectura: Salmos 96:1-13

Hace algunos años estuvo de moda un tipo de espectáculo en el cual, por ejemplo, en una de estas ocasiones especiales en una plaza de comidas de un centro comercial y en medio de sus rutinas, todo se vio repentinamente interrumpido cuando alguien empezó a cantar el Aleluya de Händel, luego para sorpresa de todos alguien se unió al canto, y después otro y otro más. Al poco tiempo, el lugar resonaba con los inolvidables acordes de esta obra maestra de la música.

Todo esto se dio porque el Centro Comercial contrató a un coro que ubicó a sus cantantes en lugares estratégicos, para que pudieran compartir con gozo la gloria de Dios en la vida diaria de los compradores.

Pensar en ese momento me recuerda que somos específicamente llamados a glorificar al Señor en la cotidianidad de nuestro mundo, mediante los bellos acordes de una vida de semejanza a Él.

Lo hacemos al incorporar intencionalmente la gracia de Dios al compartir el amor de Cristo con algún necesitado, para que esa persona que no lo merece, tenga una segunda oportunidad cuando las manos de Jesús la levante, ya se trate de un amigo agotado o para apaciguar una situación caótica y confusa.

  1. El salmista nos recuerda que tenemos el privilegio sublime y santo de declarar “entre las naciones su gloria, entre todos los pueblos sus maravillas” (Salmo 96:3).
  2. Y tú, ¿qué harías para compartir tu testimonio de lo que Dios ha hecho en tu vida de manera creativa con otros? Comparte tu canto, comparte tus talentos, comparte la Biblia.

HG/MD

“Cuenten entre las naciones su gloria, entre todos los pueblos sus maravillas” (Salmo 96:3).