Lectura: Juan 21:15-25

Creo que mayoría de persona está de acuerdo con la afirmación de que “todos los seres humanos son creados como iguales” y que todos contamos con de ciertos «derechos».  Pero no podemos vivir mucho tiempo sin descubrir que la vida o este mundo no nos trata a todos por igual.   Este es un hecho que debemos aprender a aceptar sin resentimientos.

Es una realidad que las desigualdades de la vida aparecen en muchos niveles.  Por ejemplo, los terribles efectos del cáncer en el cuerpo de un niño, mientras que un bebedor empedernido vive hasta una edad madura.  Por otra parte, algunas personas disfrutan de buena salud, mientras que otros no lo hacen.  Algunos no tienen discapacidades, otros tienen severas limitaciones. Algunos trabajan duro y siguen siendo pobres, algunos nacen con la riqueza o parecen tener una serie de golpes de suerte.

Cuando Jesús le dijo al apóstol Pedro que iba a morir como un mártir por su fe, Pedro le preguntó qué pasaría con Juan.  Parecía que pensaba que no era justo que Juan no muriera de la misma manera que él. Pero Jesús le dijo que lo que pasaría con Juan no era su interés. Esa era la prerrogativa de Dios. La responsabilidad de Pedro era simple: Él debía seguir a Cristo. (Juan 21:18-22).

  1. Si el mirar la buena vida de otros te hace sentir resentimiento por las injusticias de la vida, cambia tu enfoque.  Mira a Jesús y síguelo.  Las desigualdades de la vida son sólo por un tiempo. La equidad perfecta está esperándonos en el cielo para los que tenemos fe en nuestro Señor y Salvador.
  2. El resentimiento viene de mirar a los demás, la alegría proviene de mirar a Dios.

HG/MD

“Jesús le dijo: Si yo quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué tiene esto que ver contigo? Tú, sígueme” (Juan 21:22).