Lectura: Romanos 2:17-24

Mohandas Karamchand Gandhi (1869-1948), lideró la lucha por la libertad de su pueblo que estaba bajo el dominio británico.  Tanto su liderazgo político como religioso, influenció a millones de personas en la India.

En un tiempo ya alejado de esas luchas libertarias, Gandhi tuvo curiosidad y quiso investigar más sobre la fe cristiana, atraído principalmente por la vida de Jesús y sus enseñanzas.  Con el fin de inquirir más, estuvo asistiendo por un tiempo a una iglesia ubicada en Pretoria, Sudáfrica.   

Tiempo después expresó sus conclusiones con respecto a esta iglesia: “La congregación no me impresionó por ser particularmente religiosa; no era una asamblea de almas devotas, sino más bien parecían ser personas mundanas que iban a la iglesia con fines recreativos y por costumbre”.  Debido a esta desafortunada experiencia, concluyó que el cristianismo no agregaba valor a su creencia hinduista. De este modo se alejó de Cristo y siguió en su camino equivocado, guiando con sus decisiones a muchas más personas que lo tenían como su líder. 

Hoy es un buen momento para reflexionar en la pregunta, ¿si alguien visitara tu iglesia local se sentiría de forma similar como se sintió este hombre en aquella iglesia de Sudáfrica?  Ahora, examínate a ti mismo, ¿dices ser creyente tan sólo por costumbre, o porque es una manera de socializar; o es tan sólo una forma de empatar con tu desordenada manera de vivir a lo largo de la semana?

Es triste si tus respuestas a estas preguntas son afirmativas, así que recuerda, aunque no lo creas hay muchas personas que te observan, que ven la forma en la cual te desenvuelves y reaccionas ante el pecado y ante situaciones complicadas, momentos en los cuales deberían salir a relucir tus principios cristianos, desarrollados debido a tu andar en la fe.

1. ¿Tu vida está reflejándote o refleja a Cristo? Recuerda, tu testimonio es importante.

2.    Lo que practicamos es la mejor ilustración de lo que predicamos.

HG/MD

“Por tanto, sean imitadores de Dios como hijos amados” (Efesios 5:1).