Lectura: Hechos 2:22-26

 A mitad del otoño, un grupo escolar realizó una excursión didáctica, en un área boscosa cercana a la Escuela donde asistían los niños; una de las asignaciones consistía en recolectar algunas muestras del ecosistema de ese lugar.  Algunos de ellos encontraron un par de gusanos en su fase de crisálida; con la asistencia de su profesor los niños los recolectaron con mucho cuidado, luego cuando regresaron al salón de clase colgaron los secos e inmóviles capullos en una de las ventanas, donde podrían seguir experimentando el clima al que estaban acostumbrados.

Terminó el otoño, vino el crudo invierno y luego de algunos meses, regresó la primavera con sus lluvias y mejor clima. Gracias al sol que les calentaba, los que parecían objetos sin vida, de repente empezaron a moverse y pocos días después la maravilla de una vida transformada surgió a la luz; bellas mariposas multicolores que extendieron sus alas, aunque al inicio con torpeza luego de un tiempo los niños pudieron observar las esplendorosas alas en todo su vigor, para poco después alzar su vuelo fascinante en busca del néctar de la vida.

Muchos países cuentan con las cuatro estaciones, y coincidentemente recordamos la resurrección del Señor en esos días primaverales. A pesar de que la metamorfosis no es exactamente un símil de la verdadera muerte del Señor, si refleja el cambio y transformación de una vida sin esperanza, a una infinitamente superior que surge en nuestro interior cuando Cristo viene a morar en nosotros.

Al estudiar un poco el pasaje de Filipenses 3:21: “Él transformará nuestro cuerpo de humillación para que tenga la misma forma de su cuerpo de gloria, según la operación de su poder, para sujetar también a sí mismo todas las cosas.”, nos encontramos con algunas cosas interesantes. La palabra griega que se traduce como “la misma forma” (semejante, o conformado – según la versión que utilicemos), es summorphon, que literalmente significa “cambiar de forma” o “transformarse”; por lo cual, debido a que Cristo se levantó de la tumba, podemos tener confianza plena en que, un día futuro, nuestros cuerpos también serán transformados o conformados para que sean semejantes al cuerpo de Cristo.

  1. Un día este cuerpo que con el tiempo se deteriora, será transformado en un cuerpo incorrupto e inmortal “Porque es necesario que esto corruptible sea vestido de incorrupción, y que esto mortal sea vestido de inmortalidad” 1 Cor.15:53. Mientras tanto digamos como Juan: “¡Ven, Señor Jesús!” (Apoc.22:20b).

 

  1. Tú también puedes recibir la transformación total en tu vida, confía en Jesús, pon tu fe en Él, reconócelo como Señor y Salvador.

HG/MD

“A él, Dios le resucitó, habiendo desatado los dolores de la muerte; puesto que era imposible que él quedara detenido bajo su dominio.” (Hechos 2:24).