Lectura: Juan 4:7-26

Luego de que una gran tormenta azotó y prácticamente destruyó el humilde pueblo donde vivía Emma de 70 años, las ayudas empezaron a llegar de muchas partes del país.

Pronto comenzaron las tareas de reconstrucción del pueblo y de la mayoría de casas, pero luego de un mes las ayudas empezaron a cesar y muchas de las obras quedaron a medio terminar, incluida la casa donde vivía Emma.  Durante 3 años se las arregló con lo mínimo, un pequeño cuarto con un par de luces, sin calefacción, sin piso y una sala multiusos donde ubicó su cocina y unas cuantas cosas que había rescatado, ya que vivía de una pensión muy baja.

Lo sorprendente es que los vecinos parecían no darse cuenta de los problemas que vivía la anciana, con el tiempo una familia se dio cuenta de las condiciones tan complicadas que enfrentaba Emma, y tomaron cartas en el asunto, contactaron a un contratista de construcción, y pasadas algunas semanas la casa volvió a tener condiciones dignas.

Cuando el Señor se encontró con la mujer samaritana junto al pozo (Juan 4), no se quedó quieto, Él intervino en la vida de ella y le habló de su verdadera necesidad, la espiritual.  Para ello, estableció un lazo común, el agua (v.7), y posteriormente despertó su interés y curiosidad espiritual (vv.9-14).

En lugar de juzgarla, fue bondadoso y sensible al enfrentarla con su pecado (vv.16-19) y mantuvo la conversación con un propósito definido (vv.21-24), al final la confrontó con la verdad de que Él era el Mesías esperado (v.26); como resultado ella y muchos de sus amigos y amigas samaritanas creyeron en Jesús (vv.39-42)

  1. Tomemos cartas en las vidas de otros y mostremos lo que verdaderamente importa: Jesús; sólo a través de Él podremos satisfacer nuestra necesidad de perdón y vida eterna.
  2. Seamos intensionales en nuestras conversaciones, busquemos puntos en común, y seamos creativos al compartir nuestra fe; no olvidemos pedir a Dios su guía, y que prepare el corazón de quien escucha.

HG/MD

“Le dijo la mujer: Sé que viene el Mesías que es llamado el Cristo. Cuando él venga, nos declarará todas las cosas. Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo.” (Juan 4:25-26).