Lectura: Eclesiastés 3:1-8

La gran mayoría de nosotros después de algunos años en este mundo tan particular donde vivimos, entiende la frase: “todo tiene su tiempo”, y más aún si la unimos con la frase: “…y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora” (Eclesiastés 3:1).

Posteriormente, el autor de estas palabras, quien la mayoría coincide que se trata de Salomón, enumera algunas de las etapas de la experiencia humana: nacimiento y muerte; ganancias y pérdidas; lágrimas y risas; luto y baile. Así como las estaciones de la naturaleza cambian, sucede lo mismo con las épocas de la vida. Nuestras circunstancias nunca se mantienen igual por mucho tiempo.

En ocasiones recibimos bien los cambios en nuestra vida. Sin embargo, una gran cantidad de veces nos resulta muy difícil aceptarlos, en especial cuando esto implica tristeza y pérdida. No obstante, aun entonces podemos dar gracias de que Dios no cambia; a través del profeta Malaquías, declaró: “Porque yo el Señor no cambio” (Malaquías 3:6).

Podemos confiar en que Dios es constante, podemos descansar en Él durante las etapas cambiantes de la vida. El Señor siempre está presente con nosotros (Salmo 46:1), su paz tiene poder para cuidar nuestro corazón (Filipenses 4:7) y su amor proporciona seguridad para nuestra alma (Romanos 8:39).

  1. Todo tiene su tiempo, pero para lo que siempre hay tiempo es para alabar a nuestro Señor por su misericordia continua para con nosotros.
  2. Sin importar la naturaleza o tamaño de los cambios que se presenten, podemos estar seguros de que Dios siempre estará con nosotros.

HG/MD

“Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Salmo 46:1).