Lectura: (2 Tesalonicenses 3:6-15)

La mayoría de nosotros experimentará durante su vida, toda una variedad de trabajos; algunos nos encantarán, de otros aprenderemos mucho y algunos preferiremos borrarlos del historial laboral.  Personalmente he tenido bastantes trabajos, desde agricultor, vendedor de marcos fotográficos de puerta en puerta, mensajero, técnico en computadores, hasta estratega empresarial, tan sólo por citar algunos.

Pero aun si nos gustan nuestras experiencias laborales, estas son mejores que la alternativa de no tener trabajo o estar ociosos.  Nuestros trabajos pueden llegar a tener un gran valor, cuando verdaderamente los realizamos no sólo por la paga, sino también para obtener la aprobación de Dios, siendo un buen ejemplo de lo que Él desea que seamos, hijos con un buen testimonio.

El poeta y filósofo inglés Taylor Coleridge (1772-1834), describía de la siguiente forma la conexión especial que existe entre el trabajo y el valor: “El trabajo sin esperanza saca néctar con un cedazo, y la esperanza sin objetivo no puede vivir”.  De esta frase podemos entender que nuestro trabajo debe tener una esperanza, un objetivo claro para mantener su valor.  Pero, ¿dónde encontramos esa esperanza?

Esta es una idea que también encontramos en la Biblia; según la carta a los Colosenses, los creyentes debemos trabajar “como para el Señor” (Col.3:23), ya que Él es el único que realmente nos puede recompensar, porque es al Señor a quien servimos (Col.3:24).  Las personas a nuestro alrededor deben conocernos como arduos trabajadores que nunca se cansan de hacer el bien (2 Tes.3:6-15).

  1. Debemos honrar a Dios, teniendo un testimonio que otros puedan observar fácilmente a través de actos de vida.

 

  1. El trabajo diario que hacemos tiene un valor eterno, nos brinda esperanza interna así como también a las personas a nuestro alrededor.

HG/MD

“Y todo lo que hagan, háganlo de buen ánimo como para el Señor y no para los hombres, sabiendo que del Señor recibirán la recompensa de la herencia. ¡A Cristo el Señor sirven!” (Colosenses 3:23-24)