Lectura: 2 Timoteo 2:15-26

El aspirante a pescador, vio como una de sus peores pesadillas se volvía realidad; de repente se encontró en una situación en la que nadie quisiera estar.

Al joven lo emplearon en un barco y su trabajo consistía en procesar rápidamente el pescado que era atrapado en las redes de pesca, lamentablemente el loco capitán pensó desde el primer día que no se movía lo suficientemente rápido en su puesto.  Así que un día, en un estallido de ira, al ver que un banco de tiburones seguía al barco, ordenó que tiraran al muchacho por la borda, con el fin de darle una lección que jamás olvidaría.  Al caer al agua y darse cuenta de la cercanía de los tiburones, nadó como nunca antes lo había hecho, alcanzó rápidamente el barco y subió a bordo en un dos por tres.

Al pensar en esta historia, recuerdo los peligros que corremos los creyentes.  En ocasiones podemos encontrarnos inesperadamente ante situaciones en las que nos podemos sentir como si nadáramos entre tiburones, por ejemplo, cuando nos encontramos con personas no creyentes en nuestro lugar de estudio o trabajo, y momentos en que nos hallamos solos con quienes podrían llevarnos a situaciones de tentación abrumadoras o complicadas de resistir. La verdad es que, espiritualmente hablando, cada día estamos en peligro, y literalmente estamos nadando entre tiburones.

Cuando esto sucede, al igual que el joven aspirante a pescador, nuestra acción debe ser: “Huir” de la tentación y optar por hacer lo que es correcto, tal como dice 2 Timoteo 2:22 “Huye, pues, de las pasiones juveniles y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz con los que de corazón puro invocan al Señor.”  Concretamente, ello podría significar correr físicamente de un lugar o de una situación lo más rápido posible, así como lo hizo José en Gén.39:12: “Entonces ella lo agarró por su manto, diciendo: Acuéstate conmigo. Pero él dejó su manto en las manos de ella, se escapó y salió huyendo.”

  1. Necesitamos entender que para estar alerta en situaciones peligrosas, requerimos de sentidos desarrollados, y esto solo se logra gracias a una relación cercana y creciente con Dios.

 

  1. Si huimos del pecado, no caeremos en Él.

 

HG/MD

“Huye, pues, de las pasiones juveniles y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz con los que de corazón puro invocan al Señor.”  (2 Timoteo 2:22)