Lectura: Números 14:1-9
Esa semana los niños habían ido al zoológico y había un león que ya estaba bastante viejo, pero seguía rugiendo con cierta fuerza. Los pequeños habían quedado muy impresionados al ver aquel animal feroz.
Al día siguiente el hermano mayor oyendo que sus hermanos le tenían miedo al león, empezó a asustarlos escondiéndose detrás de un arbusto y rugiendo. No obstante, ellos vivían en un vecindario de la ciudad muy lejos del zoológico y de sus fieras, por lo que era casi imposible que un león se acercara a la casa. Cuando supieron que era su hermano quien estaba asustándolos, primero se enojaron con él, pero luego se rieron y empezaron a jugar de que el león no podía encontrarlos, eran felices de poder jugar con su hermano mayor.
Un día, una amiguita vino a visitarlos. Mientras jugaban oyeron el conocido rugido, pero ella, asustada, gritó y salió corriendo. Lo cómico fue que, aunque ellos sabían que el “peligro” era un león imaginario, salieron corriendo con ella. El hermano mayor se sintió muy mal, y todos aprendieron que el pánico de los demás no debe afectarlos.
Un ejemplo de este principio son Josué y Caleb quienes fueron personas que no se inmutaron ante el pánico de otros. Cuando Moisés los envió a reconocer la tierra prometida, los otros diez espías sólo vieron los obstáculos y desanimaron a toda la nación (Números 13:27-33). Aunque el pánico comenzó a afectarlos (Números 14:1-4), sólo Josué y Caleb evaluaron correctamente la situación porque confiaban en su Padre Dios (Números 14:6-9).
Entonces, ciertamente algunos “leones” son un verdadero peligro; pero otros sólo son imaginarios. Como seguidores de Cristo nuestra confianza está en Aquel cuya voz y obras conocemos, y Él es más poderoso que cualquier león o problema.
- Ayúdanos a diferenciar los peligros y las amenazas, y a que la fe quite nuestros miedos.
- Confiamos a ti Señor.
HG/MD
“De manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi socorro, y no temeré. ¿Qué me podrá hacer el hombre?” (Hebreos 13:6).





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