Lectura: Salmos 8:1-9

Te has preguntado alguna vez, ¿cuál es el tamaño del Universo?  Si le preguntas a un astrónomo posiblemente te diga que el Universo contiene billones de estrellas y que las galaxias se cuentan por millones, con grandes distancias entre ellas.

Estas cifras pueden resultarnos difíciles de comprender o imaginar, y algunos dicen que estos datos hacen que la Biblia sea poco confiable en sus relatos, pues la tierra y sus habitantes, parecen insignificantes frente a estos increíbles números.  Pero esta realidad no tiene por qué hacernos dudar de nuestra fe; por el contrario, deben provocar nuestra admiración al entender el mensaje de la gracia divina.  Tomemos como ejemplo el Salmo 8, donde el autor se maravilla de la creación de Dios y lo insignificante que es la humanidad; luego termina con una alabanza reconociendo la grandeza y el cuidado del Señor por nosotros.

El solo hecho de entender que ese Creador que nos hizo y sostiene toda Su Creación, quiera centrar su atención y amor redentor en criaturas tan pequeñas y además pecadoras, debe tranquilizarnos, pues Dios es capaz de amarnos individualmente como si cada uno de nosotros fuera el único objeto de su atención.  El apóstol Pablo describe este increíble hecho en Gál.2:20: “me amó y se entregó a sí mismo por mí”.

  1. En lugar de que estos hechos de la Astronomía puedan hacer tambalear nuestra fe, la inmensidad de la creación nos debe remitir al Dios aún más grande que hizo todo lo que vemos y lo que no vemos, el mismo que nos ama inmensamente y desea que desembarquemos en buen puerto.

 

  1. En la creación vemos la mano de Dios, en la salvación vemos Su corazón.

HG/MD

“Cuando contemplo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú has formado, digo: “¿Qué es el hombre, para que de él te acuerdes; y el hijo de hombre, para que lo visites?” (Salmos 8:3-4)