Lectura: Salmo 32:1-5
Hace poco tiempo un conocido de años quien es ministro en una iglesia, me contó una historia de su infancia.
Tanto a él como a algunos niños del vecindario les encantaba hacerles bromas a todos, en especial a la persona que le daba mantenimiento a los parques públicos de la comunidad donde vivían. Por ejemplo, el hombre acostumbraba a poner letreros de: “No pasar por el césped”, y entonces ellos los quitaban y se los escondían.
Años más tarde, en una actividad el ministro se encontró a un hombre quien ya era un anciano, sin imaginar de quién se trataba. Cuando el ministro le preguntó cuál había sido su trabajo, el anciano respondió: “Yo le daba mantenimiento a los parques recreativos de la comunidad, y sabes, yo no olvido una cara fácilmente, tu eras uno de esos niños que continuamente escondían mis carteles de no pasar”.
La cara del ministro se puso roja de vergüenza, luego el hombre le dijo: “Tranquilo, al inicio me disgustaba mucho, pero luego lo tomé como una forma simpática de hacer más interesante mi trabajo al tener que buscar los carteles escondidos”.
El ministro luego predicó en su iglesia usando esta ilustración de su vida, y tituló el sermón: “Sus carteles los alcanzarán”; esa fue una simpática referencia a las palabras que Moisés utilizó en Números 32:23: “sepan que su pecado los alcanzará”.
Sin lugar a duda, los errores del pasado siempre nos alcanzan de alguna manera, los pecados antiguos que no hemos resuelto nos pueden generar consecuencias graves, tal y como se lamentó David en el Salmo 32: “Mientras callé se envejecieron mis huesos” (Salmo 32:3). Sin embargo, confesar nuestros errores restaura la comunión con el Señor: “Mi pecado te declaré y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis rebeliones al SEÑOR. Y tú perdonaste la maldad de mi pecado.”
- Hoy es el día para ponerte a cuentas con el Señor, reconoce tus errores, ese será el primer paso para tener una relación creciente con Dios.
- El perdón de Dios está disponible en todo momento.
HG/MD
“Mi pecado te declaré y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis rebeliones al Señor. Y tú perdonaste la maldad de mi pecado.” (Salmos 32:5).
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