Lectura: Filipenses 3:12-21

Un hombre estaba perdiendo la memoria, así que buscó innumerables opiniones médicas al respecto.  En su búsqueda encontró a un médico con mucha experiencia con muy buenos comentarios. Al consultarle, el médico le ofreció un tratamiento experimental que estaba dando resultados esperanzadores; pero el tratamiento incluía una operación cerebral en la cual se corría el riesgo de romper tejidos y causarle una ceguera total.

¿Qué prefiere?  Le consultó el cirujano: ¿Su vista o su memoria?  El hombre lo pensó por unos momentos y le dijo: “Mi vista, prefiero ver a donde voy, que recordar dónde he estado”.

En nuestra lectura devocional vimos que el apóstol Pablo también tuvo que tomar una decisión muy similar espiritualmente hablando.  Posterior a sus éxitos y fracasos, escogió dejar atrás su pasado como perseguidor de la iglesia; ahora lo que más le importaba era mantener su mirada puesta en su nueva meta.

Esta clase de actitud es una marca segura de madurez, y a pesar de que no podemos borrar nuestro pasado, no tenemos por qué vivir en él.  Es por ello que cualquier acción o buena obra que hagamos debe reflejar el carácter y las prioridades de Cristo, por lo tanto, debemos vivir una vida de agradecimiento hacia Él. 

  1. Al reconocer nuestros pecados y pedir perdón, Dios los echa en las profundidades del mar (Miqueas 7:19) ¡No los sigamos desenterrando!
  2. Si sigues mirando hacia atrás, no podrás progresar en relación con Dios.

HG/MD

“Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado. Pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está por delante, prosigo a la meta hacia el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.” (Filipenses 3:13-14).